Que el estrés y la piel están absolutamente relacionados ya nos lo adelantaba el refranero español, porque la cara es el espejo del alma. En los últimos años numerosos estudios han asentado la idea de una conexión directa entre el cerebro y la piel (brain-skin axis). Esta conexión tiene una gran influencia en patologías como la psoriasis, la dermatitis atópica, el acné, la alopecia areata o la urticaria, como sabe cualquiera que las sufra o cualquier profesional de la estética. Pero quizá lo que no teníamos tan claro es la influencia tan enorme que tiene en el envejecimiento, las arrugas y la elasticidad. Así que sí, la belleza está en el interior en muchos más sentidos de los que pensábamos.
Por tanto nuestro nuevo tratamiento ZEN, protocolo integral de bienestar, no sólo está recomendado a quien venga buscando un oasis de relajación. Por supuesto todas las personas que sufren de estrés, o cuyo día a día les afecta al sueño o a la ansiedad, pueden beneficiarse de un masaje relajante de aromaterapia tan completo y profundo como el que proponemos. Como he tenido la suerte de estar sobre la camilla y disfrutarlo, me cuesta creer que haya alguien a quien no le venga bien levantarse flotando de esa manera. Pero además debería ser algo a tener en cuenta en todo tratamiento antiedad en gente que sufra de estrés o ansiedad, y por supuesto recomendable como apoyo en protocolos de acné, pieles atópica o psoriasis. Conozcamos brevemente el protocolo y después vemos por qué.
ZEN: aromaterapia, masaje y técnica metamórfica
Proponemos un protocolo de bienestar y relax integral, usando las bondades de nuestro aceite de masaje, que puedes recordar leyendo nuestro post sobre él (enlace aquí). Durante el tratamiento también se usan aceites esenciales de lavanda, neroli y geranio, los tres conocidos por su actividad relajante. En el artículo sobre el aceite de masaje tenéis un montón de referencias sobre las actuaciones de esos tres aceites, además de la mejorana dulce, la naranja dulce y el lavandín super. Para no repetirnos si os apetece repasar os dejamos ahí el link.
Desde el peeling corporal al masaje de piernas y espalda, los vapores de estos aceites potencian la propia estimulación de las manos. Para cuando la persona en la camilla se da la vuelta para empezar el masaje metamórfico ya vemos esa cara de estar en las nubes y no querer bajar. Aún queda lo mejor.
El final del protocolo se hace boca arriba, con una técnica sutil que se aplica en pies, manos y terminamos en la cabeza. El masaje metamórfico es una caricia, una experiencia deliciosa, sencilla, ligera pero poderosa. Se concentra en las zonas reflejas en pies y manos que corresponden con el sistema nervioso central y autónomo. También estas zonas están relacionadas con el embarazo y el desarrollo en el útero. Llevamos años usándolo en nuestra cabina y la sonrisa al final del masaje no falla nunca. Quien prueba siempre quiere repetir. Es muy difícil explicar la sensación de bienestar que una técnica tan suave, te puede producir, pero un cliente hace poco la describió de una manera que me pareció preciosa: Me dijo que recibir el masaje era como sentirse acunado y querido, como un niño a quien una madre le abraza para que se duerma.
Esta técnica la creó Robert S. John para trabajar con niños con necesidades especiales. Formando a los padres se podía favorecer que estén más relajados por la noche antes de ir a dormir, y es algo que con el tiempo trasciende al día. Por supuesto no estamos hablando de que esta técnica o los aceites usados «curen» ningún tipo de patología, ni esta ni las anteriormente nombradas. Pero en este mundo cosmopolita de prisas, multitareas y espectativas, ¿quién no agradecería reducir los efectos del estrés y la ansiedad o favorecer un sueño más reparador? También se suele usar mucho durante el embarazo, aunque en ese caso no usaremos el aceite de masaje como base.
Cómo el estrés afecta a la piel
Como hemos dicho, nadie que lleve un tiempo trabajando en estética duda del efecto del estrés sobre la piel. Vemos cómo en exámenes los cuadros de acné y dermatitis atópica rebrotan. Pero en los últimos años se ha descubierto que la piel es mucho más que un receptor de los efectos del estrés: participa activamente en la respuesta. Es decir, puede recibir y responder a hormonas y neurotransmisores, pero puede producirlas a su vez e iniciar el ciclo. Esto es lo que la hace casi única en nuestro organismo. Hay una conversación activa entre el cerebro y la piel, un «feedback» que puede convertirse en la pescadilla que se muerde la cola. En el caso del estrés crónico y sostenido estos efectos indicen directamente en la aceleración del envejecimiento.
Un ejemplo práctico que todas conocemos son los presidentes de Gobierno, que en cuatro años de legislatura parece que envejecen 8 o 10. Por ejemplo, Obama sólo en su primera legislatura ya evidenciaba los efectos de la presión del cargo en su pelo y piel claramente. Veamos primero de forma breve y sencilla qué es el estrés, y cómo se da este impacto tan claro.
Cuidado con el león: la lucha y la huida
Parece que estrés es una palabra tan usada que ha perdido el significado. Para explicarlo muy fácil y simplificado, englobaría las medidas que nuestro cuerpo activa para adaptarnos a una situación de peligro o vital para nuestra supervivencia. Por ejemplo, una cebra cuando está pastando en la sabana está relajadísima, hasta que huele a leona. Entonces su organismo entra en modo emergencia, que para los mamíferos significa derivar toda la energía y procesos a la supervivencia, es decir, luchar o huir. Todo lo que gasta recursos y no es necesario para una de esas dos respuestas se apaga o enlentece. Mientras, entre otras cosas, el corazón y la respiración se aceleran para llevar oxígeno y nutrición a los músculos, que se tensan y preparan, y la sangre se llena de azúcar e insulina.
Quien se encarga de esto en nuestro cuerpo es el Sistema Nervioso Autónomo. El botón de ON corresponde al Sistema Simpático, y cuando no hay peligro el OFF lo presiona el Sistema Parasimpático. Cuando el Simpático toma el control sus decisiones se imponen de forma automática. Todos hemos vivido en algún momento los efectos de sus órdenes. Estás cruzando una calle un poco empanada y de repente te asusta un pitido. Antes de que pienses qué hacer tu cuerpo ya se ha encargado, porque el Simpático actúa rápido y no te pide permiso. Saltas a la acera como por arte de magia, y unos segundos después notas todo lo que se ha activado. Tu corazón late con fuerza, te tiemblan las rodillas, respiras agitadamente.
Este estrés adaptativo es positivo, se da en estallidos cortos y nos ha mantenido vivos. Pero, ¿qué pasa cuando te pasas el día pensando que un león te persigue? Porque cuando corremos de un lado para otro como si nos fuera la vida en ello, preocupados por un informe, la hipoteca o los exámenes, nuestro Sistema Simpático sólo entiende que viene un león. Sostenemos 8 horas al día esta situación y cada vez nos cuesta más desconectar. A veces situaciones que superan nuestras medidas de adaptación nos sobrepasan. Y es entonces cuando el estrés crónico y sostenido comienza a producir sus efectos en la salud.
El eje más importante implicado es el del hipotálamo-hipófisis-suprarrenales (HPA por sus siglas en inglés). Para que te hagas una idea, actualmente se habla de un eje HPA central y otro periférico, ubicado en la piel.
La piel, nuestro sentido más extenso
Que la piel responda más o antes que otros órganos al estrés no deja de tener sentido. Es nuestra frontera con el exterior, lo que nos relaciona con el mundo, pero también es una barrera protectora. Mantiene la homeostasis, es decir, el equilibrio interior, por ejemplo en el caso de la temperatura o la pérdida de agua. Pero también es un órgano sensorial, que recibe información y la transmite al cerebro a través de las terminaciones nerviosas periféricas.
Este es un tema extensísimo que tratamos un poco más profundamente en los talleres sobre el protocolo ZEN, pero simplificando mucho el estrés impacta en la piel por diversas vías interrelacionadas:
- Endocrina. Es decir, a través de hormonas como el cortisol o la adrenalina.
- Nerviosa. Es decir, a través de neurotransmisores como la sustancia P o el NGF.
- Inmune. Las dos vías anteriores activan respuestas inmunes, que en el caso del estrés crónico son proinflamatorias a la vez que deprimen la respuesta inmune local.
- Oxidación. Se aumentan los radicales libres y ROS, que tienen un impacto local de oxidación y alteraciones en el ADN.
Y la piel como hemos visto no sólo recibe todos esos mensajes, sino que como respuesta es capaz de producir hormonas, neuropéptidos y mediadores inflamatorios de forma local, aumentando los efectos. Incluso puede iniciar estos procesos ante estresantes locales. Es decir, puede responder a los mensajes que le llegan, o puede iniciar directamente ella la conversación enviando los suyos. Actualmente existe un campo en crecimiento llamado psicodermatología, que tiene en cuenta todo esto e integra a psicólogos en el tratamiento de patologías de piel.
El estrés envejece
Nuestra piel como barrera sufre todos esos efectos, y en el caso del estrés crónico pierde la capacidad para adaptarse. Como resultado la piel está más seca, porque del manto hidrolipídico se ve afectado. Hay menos lípidos y menos ceramidas, con lo que le cuesta más captar agua y mantener la hidratación. Además la piel tiene menos grosor, menos corneodesmosomas, y la regeneración es más lenta. Esto termina por supuesto afectando a la matriz dérmica de colágeno y elastina, que además sufre los ataques de los radicales libres y los glucocorticoides.
Si a esto le sumamos que el estrés crónico se caracteriza por la vasoconstricción periférica, la piel recibe menos flujo sanguíneo. Por tanto, menos nutrientes y menos oxigenación. La barrera es menos eficaz para proteger del fotoenvejecimiento, por lo que los efectos del sol son más severos. Todo ello hace que se vayan marcando más las arrugas y se descuelgue el óvalo facial, así como más tendencia a la pigmentación alterada (manchas). Y aunque aún no se conoce la vía exacta, se ha visto que el estrés crónico favorece el acortamiento de los telómeros, es decir, envejecimiento celular.
Pero si esto no fuese suficiente, el ambiente proinflamatorio hace que la piel sea más sensible y se aumente la tendencia a la atopía o las reacciones alérgicas locales. Sin embargo, la pérdida de la barrera eficaz puede hacerla más débil ante la dermobiota (los microorganismos que viven en la piel). Esto puede incidir en el empeoramiento de cuadros de acné, psoriasis, urticaria, rosácea…
Básicamente el estrés por tanto aumenta o acelera todos los marcadores que conocemos de envejecimiento, tanto a nivel celular (en el organismo) como de forma más marcada en la piel. Podéis encontrar más abajo múltiples referencias más técnicas para ampliar, así como estudios concretos sobre estos efectos, tanto en ratones como en humanos.
A veces necesitamos ayuda
Por supuesto para solucionar todo esto lo mejor es no tener estrés. Eliminar de nuestra vida todo aquello que lo provoca, o cambiar la forma en la que nos enfrentamos a ello. Tomar perspectiva y entender que no nos va la vida en cada cosa que nos sucede. Relativizar, respirar mejor, cuidar nuestro ocio y nuestro descanso, y mejorar las relaciones sociales huyendo de gente tóxica. Qué fácil, ¿verdad?
Bueno, no es fácil, pero no es imposible. El problema es que muchas veces no nos encontramos en la situación como para hacerlo. O necesitamos tiempo para aprender, para cambiar, para organizar. Pero mientras el reloj corre, y nuestra piel y nuestras células siguen expuestas a todo este torrente de sustancias. Seguimos corriendo delante del león, y esa carrera nos desgasta por dentro, tanto a nivel físico como mental.
Mientras solucionamos todo esto a veces necesitamos ayuda para el hoy. En el caso del protocolo ZEN es una ayuda pasiva, en la que el cliente sólo tiene que dejarse hacer. La primera parte del masaje, más intenso y profundo, está dirigido a relajar la piel y músculos de esa tensión que supone luchar o huir. Los receptores nerviosos periféricos responden a la presión y el masaje. Los aceites esenciales penetran a través de la piel, pero también inundan la estancia, impactando a través de los receptores olfativos en el lóbulo límbico (parte importante del eje HPA). Los ácidos grasos de los aceites vegetales ayudan a restaurar los lípidos de nuestra epidermis, y las sustancias antioxidante ayudan a combatir localmente a los temidos radicales libres. Nuestras manos y los esenciales van explicándole a nuestro cerebro y a nuestra piel que no hay león del que huir ahora.
El masaje metamórfico de la segunda mitad aumenta estos efectos, pero de una forma más sutil, trabajando las zonas reflejas de la columna vertebral y el Sistema Nervioso Central con una caricia. Es difícil decidir cuál es la parte más placentera, si los pies, las manos o la cabeza, en la que soltamos la tensión del cuero cabelludo.
De una forma global e integral, el protocolo ZEN es un tratamiento relajante, un oasis de tranquilidad y mimo donde refugiarse del frenesí del día a día. Probadlo y dejad por aquí vuestra experiencia, por favor. Agradeceremos como siempre los comentarios.
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No cabe duda de que el estrés afecta mucho a nuestro cuerpo y la piel es particularmente sensible, Me encantaría probar el protocolo zen.
[…] que relaciona el cerebro como nuestra piel y que la convierte en un reflejo emocional muy eficaz (pincha aquí si quieres releerlo). La situación mundial, el miedo y la incertidumbre nos mantienen con un estrés basal continuado […]